La raíz del caos, desde una perspectiva espiritual y cabalística, radica en la desconexión entre nuestra realidad física y nuestra esencia divina. El caos surge cuando nos alejamos de las leyes espirituales universales, como la bondad, la compasión y el equilibrio, y nos enfocamos en el ego, el miedo o el deseo de control.

En esencia, el caos no es un castigo, sino un catalizador diseñado para despertar nuestra conciencia y guiarnos hacia el crecimiento. Nos empuja a cuestionar nuestras acciones, reflexionar sobre nuestras elecciones y alinearnos nuevamente con nuestro propósito espiritual. Es una herramienta para revelar luz y transformación en áreas donde antes reinaba la oscuridad o el estancamiento.